miércoles, 9 de septiembre de 2009

La mujer del puente

Estas mañanas de mi vida,
grises sombras de una existencia plagada de porqués,
a dónde voy sino a mis montañas nevadas de tristeza?
puedo ser y ser feliz entre tanto abandono?

Mis pobrezas son enormes,
mis súplicas, vacías
para qué suplicar más? porqué creer?
añorando loterías celestiales pasé los años
y mi cuerpo verrugoso clama alivios que nunca llegan.

Grotescas están mis figuras
en charcos malolientes retozan las quimeras de mis anhelos
buscando mis soledades pesadas
arrimando a un costado los colmillos apretados.

Esta niña que no recuerdo cómo llegó a mi,
y mis idiomas son distintos a sus caricias;
mi piel, curtida e innoble, no recibe más mimos.
Desvencijado, mi corazón ya no entiende de estos menesteres maternales.

En este puente maldito, donde paso mis horas y las limosnas
cuento historias a la gente que no se detiene a escuchar
de una madre y una hija,
que no se cómo llegó, y no quiero recordar.

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